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¡Ay, mamá Inés!

20 Oct

Café, necesito más café. No el purgante gélido que ingiero nada más despertar y que me da las fuerzas justas para encender el piloto automático; ni el ‘mediocafé’ con leche del desayuno que acaba de arrancarme del estado postraumático; ni el cafelito de la sobremesa que me sume en un letargo gatuno y pide a gritos el placer de la copa y el puro que no llegan.

¡Qué lejos de la verdad Mamá Inés, y Juan Luis Guerra y Juan Valdés! ¡Qué lejos los médicos agoreros! Nos han robado el talismán, el bálsamo de Fierabrás, la pócima de Astérix. Resulta que tengo un montón de problemas presentes y futuros que resolvería con una o dos tazas más de café.

Con más café, dice el reciente estudio “The Caffeine Advantage”, mejoraría mi maltrecha creatividad, la memoria próxima y la agudeza intelectual; perdería peso, mejoraría mi rendimiento atlético, afrontaría mejor los muchos momentos de fatiga, me adaptaría mejor al jet-lag, me deprimiría menos, aumentaría mi velocidad de reacción al volante o incluso frente a un toro, y estaría vacunada contra el cáncer de hígado y colon, la diabetes tipo 2 y el Parkinson.

Tanto progreso para advertir ahora las ventajas que bien conocían las cabras del pastor etíope Kaldi, allá por el año seiscientos, y el abad del monasterio –un ejemplo más de la relación entre cristianismo y progreso- y Mahoma, según cuenta la leyenda, y Balzac, Beethoven, Napoleón…  

La venganza

27 May

Los gorriones hacen la competencia a los mirlos y me inquieta no saber porqué han enmudecido de pronto esos grandes cómicos del trino. Quizá sea porque les sienta mal la humedad ambiente, porque ya no le encuentran la gracia a lo que hacemos, o porque acabó su función y ahora le toca el turno a otros.

Por lo que vengo observando, los mirlos hacen carrera artística en solitario pero los gorriones se organizan al modo de las antiguas corralas. En la calle Gaspar Alonso –esa del acerado traidor- ocupan los canalones y los tubos del aire acondicionado de las casas de ambas aceras. Desde allí turnan su piar obligándome a girar la cabeza de un lado a otro.

Lo sorprendente no es la calidad sino la mecánica del asunto. Los primeros días –subyugada aún por los mirlos y presa de la algarabía- califiqué la representación de género menor, algo así como una zarzuela; después pensé que la sucesión tenía más de espectáculo tenístico que coral, y ya hoy, que llevaba en la cabeza la explicación de Finkielkraut sobre que “el hombre moderno ya no tiene por qué tomar por el Ser verdadero lo que es método. Habita en el espacio que el método le ha modelado y consume lo que ese método produce”, pienso que lo que hacen los gorriones es reírse de nosotros. Nos imitan, critican nuestro mecanicismo y de alguna manera se vengan, por eso están ahí, sobre el producto de nuestra técnica.

El filósofo recoge una cita de Rüdiger Safranski: “La vida humana se vuelve tautológica cuando no encuentra más que las huellas de su propia actividad”. Eso hacen los pájaros, remedan nuestros símbolos digitales y absurdos como diciendo: vais listo si pensáis que podéis doblegar a la naturaleza y salir indemnes.

Seguro que esto no son más que elucubraciones y divertimentos. Quizá yo misma estoy cayendo en el método y perdiendo esa perspectiva del arte como asentimiento a lo que es, pero sea o no por la acción del hombre, el caso es que acaba mayo, hace frío, los mirlos ya no cantan y los gorriones están ahí, obstruyendo los canalones y picando los tubos del aire acondicionado. 

Todo excepto el ruido

14 May

¿Qué verán Nicolás Grimaldi y su esposa desde el ancien far de San Juan de Luz? “Del 68 queda todo excepto el ruido. Lo que antes era ruido se han hecho silencioso, lo estrepitoso se ha hecho trivial (…) Lo que más caracteriza al hombre contemporáneo es, en mi opinión, su gusto por la inmediatez. El orden del día era y aún es: ‘Todo enseguida”.

 

Ojeo NT después de la llamada del subdirector de Radio Universidad de Navarra que quiere hacerme una entrevista sobre el reportaje de las damas. Intento excusarme con que quizá no encuentre hueco en mi apretada agenda…, pero al final sale uno pequeñito entre las llamadas de Carla Bruni y Sarah Brown. Por ser «la Uni».

 

Leyendo me entero de que se cumple el centenario de Ortodoxia y de lo de Grimaldi y su faro, que es como Diógenes y su tonel pero con toda la magnitud del mar por delante contagiando de azul la mirada, que no es poco; toda la intrahistoria con sus tormentas pasajeras, con su aparente quietud, sin ruido, pero surcada de peligrosas corrientes marinas. Y me acuerdo -caprichos de la memoria- de aquellos dibujitos del pensador cínico que pintaba Rosa para aligerar nuestras vigilias de estudio, chocolate y coca-colas robadas de la despensa.

 

Lamento no haber sabido antes esto del faro para ir a visitar al pensador francés y lamento enterarme de que en abril hubo un homenaje a D. Gonzalo Redondo, aquel profesor que dividía la clase en dos: los que sabían responder a las preguntas de la profesora Montero y los que sabían responder a sus preguntas. Yo era de los segundos. Me fascinaba aquel piélago inmenso de cuestiones: ¿por qué es importante preguntarse porqué? Todavía conservo aquellos apuntes de Filosofía de la Historia.

 

La conversación con Iñaki me trae también recuerdos de los caminos como corrientes en el mar verde del campus, con la Olivetti y las hojas de calco para las prácticas de radio en la vieja torre del central que se levantaba como un faro sobre el rumor de los álamos. 

 

Cuarenta años después de aquellas revueltas estudiantiles, y pasado el ruido del maremoto, aún llegan cadáveres a las costas de la postmodernidad. Afortunadamente yo no estuve en el lugar ni en el momento preciso, aunque soy sensible a las réplicas. A mí la travesía universitaria me dejó la mirada glauca del campus de Navarra, el eco de la pregunta del profesor Redondo y la certidumbre de que todavía queda demasiado por saber como para andarse con tantas prisas.

Involución

28 Ene

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Primera ilustración conocida de un feto en el útero. Leonardo da Vinci. Siglo XV.  

«En el caso de este niño, el corazón no late y no respira porque esta siempre dentro de agua. Si respirase, se ahogaría, y no necesita respirar porque recibe vida y se alimenta de la vida y el alimento de la madre. Este alimento nutre a la criatura del mismo modo que nutre las demás partes de la madre, es decir, las manos, los pies y los demás miembros».

 Son palabras del genio renacentista tras estudiar en la facultad médica la anatomía de un feto malogrado en el útero de su madre muerta.

Al cadáver de este pequeño ser humano que provocó el asombro respetuoso de Leonardo ahora lo quieren llamar residuo sanitario, con destino al vertedero, para alegría y regocijo de los negocios abortistas.  

Las partes del cuerpo procedentes de intervenciones quirúrgicas, en cambio, seguirán considerándose restos humanos. Y todo en nombre de la ley.  

¿Es esto progreso? Me parece, entre otras cosas obvias, una indigna, injusta y grotesca metonimia.

Autocrítica

5 Dic

Benedicto XVI explica en Jesús de Nazareth cómo la doctrina del Maestro, sustentándose en la tradición veterotestamentaria, le otorga una dimensión universal y espiritual nueva, desligada de ordenamientos políticos y sociales propios de la constitución de un pueblo elegido.  

“Resulta decisiva la fundamental comunión de voluntad con Dios, que se nos da por medio de Jesús. A partir de ella, los hombres y los pueblos son ahora libres de reconocer lo que, en el ordenamiento político y social, se ajusta a esa comunión de voluntad, para que ellos mismos den forma a los ordenamientos jurídicos. La ausencia de toda la dimensión social en la predicación de Jesús (…) entraña y al mismo tiempo esconde un proceso que afecta a la historia universal y que, como tal no se ha producido en ningún otro ámbito cultural: los ordenamientos políticos y sociales concretos se liberan de la sacralidad inmediata, de la legislación basada en el derecho divino, y se confían a la libertad del hombre, que a través de Jesús está enraizado en la voluntad del Padre y, a partir de Él, aprende a discernir lo justo y lo bueno”.

 Así pues, el cristianismo –ya lo decía Chesterton cuando contraponía a la endogamia enfermiza del círculo la paradoja de la cruz que proyecta su mensaje hacia los cuatro puntos cardinales- no sólo no se opone al progreso sino que ha sido y sigue siendo factor de progreso, de razón y de libertad. 

Ese ejercicio de la libertad basada en la confluencia de lo celeste y lo terrenal en la persona de Dios-Hombre clavado voluntariamente por amor en la intersección de un madero vertical y otro horizontal para salvación de todos –los brazos en abrazo hacia la tierra/ el ástil disparándose a los cielos” (León Felipe)- sigue siendo hoy motivo de locura y de desprecio. 

“Esta libertad –continúa la cita de Jesús de Nazarethse ha ido sustrayendo totalmente a la mirada de Dios y a la comunión con Jesús. La libertad para la universalidad y, con ello, la justa laicidad del Estado se ha transformado en algo absolutamente profano –en “laicismo”- cuyos elementos constitutivos parecen ser el olvido de Dios y la búsqueda en exclusiva del éxito. Par el cristiano creyente las disposiciones de la Torá siguen siendo un punto decisivo de referencia hacia el que siempre dirige la mirada; para él la búsqueda de la voluntad de Dios en la comunión con Jesús sigue siendo como una señal de orientación para su razón, sin la cual corre siempre el peligro de quedar ofuscado, ciego”·. 

Contribuyen a ello los nuevos prometeos –promeateos– que pretenden arrebatar el fuego de la fe, suplantando la adoración de Cristo por la adoración del Solsticio de Invierno, con el flaco favor de tanto cristiano acomplejado y pusilánime que –como dice el Papa en la Spe Salvi“se ha resignado a aceptar el papel de religión privada, portadora de un anuncio de salvación individual”, bien sea en versión self-service individual o nacionalista. Y así nos va. La modernidad necesita una autocrítica. Los cristianos, también.  

Stress prevacacional

11 Oct

¿Y qué hacemos nosotros, carrozones solitarios de la generación PC, disparando poemas formato verso o prosa en plena Era Always on, bajo el reinado implacable de los IMers?