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Literatura, cristianismo y Newman

22 Jun

John Henry Newman pone el colofón a una semana de lecturas y reflexiones compartidas en torno al concepto «cultura cristiana». Un final que me ha sorprendido como un regalo y ha despertado un alborozo extemporáneo de mañana de Reyes. Esa alegría que hace exclamar: ¿cómo lo adivinaste? ¡Era lo que necesitaba!

Se trata del discurso titulado The idea of a University. En él, el promotor del movimiento de Oxford y del despertar a la fe católica de grandes escritores en la Inglaterra del siglo XX, critica con poderoso verbo ciertas deformidades en la enseñanza de las letras contra las que conviene estar prevenidos también hoy, porque el peligro de pretender detener el genocidio humanista con el parche de una literatura «católica» deleznable, carente de peso antropológico –o sea, con una mala literatura- siempre existe. Adopta formas de hagiografía, de evasión clorofórmica de las paradojas humanas, de pusilanimidad, de nescencia, de beatería, etc. Y de tan mal remedio, libera nos Domine.

Os dejo con el cardenal. Las citas son largas pero sustanciosas. Disculpad el exceso. No encuentro enlaces en internet:   

     «El hombre nunca seguirá en un estado de simple inocencia, pecará, y su literatura será expresión de su pecado, sea él pagano o cristiano. El Cristianismo ha arrojado torrentes de luz sobre el hombre y sobre su literatura, pero como sólo ha convertido a algunos tipos humanos elegidos, no ha modificado el carácter de su mente o de su historia. Su literatura es lo que era, o peor de lo que era, según el abuso del saber y el repudio de la verdad que hayan tenido lugar. En conjunto puede decirse que la literatura de cualquier nación es la ciencia o la historia, en parte, del hombre natural, en parte, del hombre rebelde».

     «Por la misma naturaleza de las cosas, si la literatura ha de ser un estudio de la naturaleza humana, no podéis tener una literatura cristiana. Es una contradicción interna in terminis intentar una literatura sin pecado del hombre pecador. Podéis reunir obras muy grandes y altas, incluso más altas que cualquier literatura conocida, y cuando lo hayáis hecho, veréis que no es literatura en absoluto. Habréis dejado fuera el retrato del hombre como tal, y lo habréis sustituido por otro retrato del hombre: lo que sería o podría ser bajo ciertas condiciones favorables.

     Si queréis, podéis abandonar el estudio del hombre como tal, pero tendréis que advertir a todos de lo que estáis haciendo. No digáis que le estáis estudiando a él, su historia, su mente, su corazón, cuando estudiáis en realidad otra cosa.

     Apartadlo o colocadlo ante vosotros, pero -hagáis una cosa u otra- no lo toméis por lo que no es, no lo toméis por algo más sagrado y divino, por un ser regenerado. Evitad que la obra de Dios y los pocos a quienes Su gracia ha transformado plenamente, aparezcan en inferioridad de condiciones intelectuales respecto a los muchos que o no tienen entendimiento o lo usan mal. Los elegidos son pocos, mientras que el mundo es inagotable».  

     «La literatura de la raza humana no será pura y noble hasta que esta raza no se renueve. Es posible, desde luego, como idea, que la naturaleza, inspirada por la gracia divina, se manifieste con una originalidad de pensamiento y acción mayores incluso que la conseguida por la literatura universal. Pero si hemos de tener una literatura de santos, hemos de tener antes una nación de santos».

     «Proscribid la literatura secular como tal (…), eliminad de vuestros libros escolares todas las manifestaciones del hombre natural, que esas manifestaciones estarán esperando a vuestros alumnos en la misma puerta del aula con toda su viva realidad.     

     Sorprenderán a vuestros jóvenes con todo el encanto de la novedad y toda la fascinación del genio. Hoy es un discípulo y mañana será un miembro del gran mundo; hoy se limita a las Vidas de santos y mañana se verá arrojado sobre Babel, sin que antes le haya sido permitida la honesta compensación del ingenio, ni el humor y la imaginación, si n que se le haya dado ningún criterio sobre el gusto ni ofrecido regla alguna para distinguir ‘lo precioso de lo vil’, la belleza del pecado, la verdad de los sofismas propios de la naturaleza,, lo inocente de lo venenoso.     

     Se le habrán negado los maestros del pensamiento humano, que podrían haberle educado de algún modo, precisamente a causa de su incidental corrupción. Se le habrá apartado de hombres cuyos pensamientos mueven el corazón, cuyas palabras son máximas, cuyos nombres son familiares a todo el universo, que son el modelo de su lengua materna y el orgullo de sus compatriotas: Homero, Ariosto, Cervantes, Shakespeare, y ¿por qué? Porque el viejo Adán vive con ellos.

     Habéis preservado a vuestro discípulo; y ¿para qué? Le habéis hecho libre para el mundo y sus periódicos, recensiones, revistas, novelas, panfletos de controversia, debates parlamentarios, pleitos judiciales, discursos políticos, canciones, dramas: libre para esta asfixiante atmósfera de muerte. Le habéis concedido libertad sobre la multitudinaria blasfemia de su tiempo. Habéis logrado hacer del mundo su Universidad».