«Domingo de Ramos, el que no estrena, se le caen las manos».
Con cierto temor infantil a que se cumpliera el refrán, me encaminé esta mañana a Misa de 10.30, la anterior a la de Bendición de Ramos -por favor, no se lleven las palmas, que aún no están benditas, advirtió el cura al terminar.
Andaba rebuscando algo nuevo en mis bolsillos interiores cuando un niño de dos años se detuvo junto a mí, a la altura del Crucificado que yace recién muerto en la nave de la derecha del templo.El niño, solo entre la multitud que abarrotaba la iglesia, contempló muy atento la cara del Cristo. Después se miró las manos. Levantó de nuevo sus ojos a Jesús y volvió la vista a sus manos. Así varias veces, hasta que en el aire se dibujó la gran pregunta de todos los tiempos: ¿Por qué?
Y estaba el niño tan serio y tan quieto que de pronto no supe si era muy joven o muy viejo.
La liturgia reclama escribir sobre Semana Santa, pero yo no tengo nada que contar. Y, aunque haya algo que pueda parecer nuevo o vistoso, sé que lo que hoy estreno son ropas prestadas: la primera mirada de un niño a un Cristo crucificado.
batiscafo 
Se me caen las manos al leer esto…
“Domingo de Ramos, el que no estrena, se le caen las manos”.
Estreno nueva pena esta mañana
vestida de morado nazareno,
mi alma se recoge -sevillana-
prepara su estación de amor sereno.
Se mece con La Paz el firmamento,
dibuja en él la Estrella su figura,
camina por las nubes un jumento
y en sueños se entretiene La Amargura.
Palpita entre las manos un rosario
cofrade, sevillano y trianero
los ojos que se van tras tu sudario
proclaman La Pasión al mundo entero:
los pasos de dolor y amor ferviente
las calles de Sevilla penitente.
«Mi arma», ¿este precioso soneto es tuyo? A mí sí que se me caen las manos.
Es mi estreno de Domingo de Ramos, la pena de que se estrena la Semana Santa y y yo lejos de Sevilla, ¡buuaaa!
Ya veo que al final no te has movido de Pampaluna…
Me he quedao patidifusa ante tu relato, Cris. Y ante el soneto de Anacó…