En medio del día, del tráfico y del paso de peatones, junto al disco en verde para los vehículos y en doble fila, el coche de autoescula se detiene. El examinador se apea, y del asiento del conductor desciende cabizbajo el joven candidato. Hablan un momento. El hombre gesticula y agita el sobre con las calificaciones. Se despiden y el chico se sienta en la parte trasera mientras otro compañero ocupa su lugar delante.
El examinador espera el cambio de semáforo junto a mí. Ufano y satisfecho del deber cumplido se ajusta las mangas de la chaqueta. Un automóvil se detiene tras el coche de autoescuela que todavía no ha arrancado y está entorpeciendo el tráfico. Su conductor hace aspavientos al examinador y éste alza los hombros ensayando un gesto de impotencia y falsa compunción: “Perdón, perdón, no es culpa del chico, es culpa mía. Está mal, lo sé, pero a veces hay que hacerlo”.
Me vuelvo hacia él impulsada por un sentimiento atávico de venganza y le suelto con guasa: “Hombre, pues con el mismo argumento podía haber aprobado al chico. ¡Vaya ejemplo! Deberían retirarle el carnet de examinador”.
No he tenido ocasión de ver su cara porque el semáforo, ya en verde para los peatones, me obliga a avanzar, pero siento -yo que aprobé a la sexta el práctico de conducir y me dejé media fortuna en el intento- resarcidas mis ansias de justicia y solidaridad con el débil.
Muy bien hecho!! Yo aprobé el práctico a la primera, porque estaba tan convencida de que me iban a tirar, que conduje como una campeona. Cuando me bajaba del coche, oí a la profesora (mi profesora) que le pedía al examinador que me suspendiera. Luego me dijo: “Que sepas que conduces fatal, lo que pasa es que le has hecho gracia”. Jamás conduzco.
Ya ves, a mí en cambio me suspendieron seis veces, y cada vez lo hacía peor, sobre todo el aparcamiento. Ahora, en cambio, conduzco como una campeona de fórmula uno. Conducir es un auténtico placer para mí. Así es la vida. Je, je.
yo no conduciré nunca. lo sé. además ha terminado de convencerme sonsoles. prefiero parir y afeitarme las piernas antes que ponerme ante un volante, ¿eso no lo hacían “ellos”? (sí, ahora me llamarán machista)…